Europa en crisis: el auge de la geopolítica en los riesgos ESG
19 de diciembre de 2022
Iulia Cristina Sacalas
Iulia Sacalas es una analista geopolítica basada en Londres. Tiene su propria consultoría de geopolítica a la vez que trabaja como experta en materia de seguridad en una empresa de Inteligencia Artificial. Su enfoque en geopolítica son las relaciones europeas, transatlánticas y el espacio latinoamericano. Iulia es graduada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y tiene un Máster en Inteligencia y Seguridad Internacional de King´s College London.
El concepto de riesgos ESG que utilizamos hoy en día se refiere, acorde a su origen en inglés, a Environmental, Social and Governance; en español, a riesgos asociados a factores medioambientales, sociales y de gobernanza. Los últimos meses, sin embargo, nos deberían plantear la siguiente pregunta: ¿habría que reemplazar el concepto de gobernanza que incluye esta abreviación con el de geopolítica? ¿Qué desafíos plantea la irrupción de la geopolítica en los riesgos ESG?
Año 2022: irrumpe la geopolítica en los riesgos ESG
Lo que hemos aprendido de forma bastante violenta a lo largo de este año es que la geopolítica es un aspecto que no se puede ignorar. Si antes la geopolítica era un concepto utilizado más entre los politólogos y analistas, hoy en día es un concepto imprescindible para la comprensión de todo el espectro político, social y económico. Más concretamente aún, es un aspecto fundamental en nuestra estrategia de mitigación del cambio climático.
Si hace dos años nuestra lucha medioambiental se centraba, a grandes rasgos, en cómo reducir las emisiones, hoy en día se centra en como mantenernos fieles a esta lucha dada la situación geopolítica actual de Europa. La geopolítica de la energía ocupa un lugar especial. Nunca se nos hubiese ocurrido que la energía iba a convertirse en el instrumento geopolítico más importante de Europa. Un instrumento que en los últimos meses se ha utilizado en la guerra, en las estrategias geopolíticas y para obtener ventajas con Europa (véase Qatar).
Actualmente, el uso de este instrumento en estos contextos es algo que nos preocupa a todos los europeos, miembros de la Unión Europea o no. Mientras que el debate sobre el cambio climático late al mismo ritmo, la motivación de mantenerlo vivo y activo parece que se reduce a la necesidad urgente de movernos cuanto antes hacia una energía limpia y sostenible.
Cambio climático, transición energética y guerra en Ucrania
Se puede argumentar que la guerra de Ucrania ha acelerado de manera positiva la transición energética. La militarización del gas ha servido de llamada de atención y una agilización de la toma de decisiones en cuanto a dicha transición.
Sin embargo, si ahora que nos vemos en una situación en la que necesitamos esta transición, podemos generarla, ¿qué nos impedía hacerlo hace unos años? Si hace unos años teníamos dificultades (o mejor dicho, falta de entusiasmo) para siquiera iniciar seriamente la transición energética, ¿Cómo podemos asegurarnos de que esta presión temporal no nos va a afectar los objetivos climáticos tan debatidos en Paris, Madrid, Glasgow o Sharm el-Sheikh?
¿No será que los riesgos geopolíticos crecientes en el continente europeo arriesgan la inversión económica y social que estamos dispuestos a utilizar para continuar mitigando los riesgos ESG?
Algunas perspectivas hacia un 2023 lleno de desafíos
A partir de 2023, la taxonomía de la Unión Europea incluirá la energía nuclear y cierta producción de gas natural como “energía verde”, algo impensable hace unos años. Sólo un ejemplo de cómo las perspectivas y la retórica cambiaron con la guerra de Ucrania y de cómo la flexibilidad en estos asuntos fluctúa en función de cómo nos conviene.
Esto, a ojos de los poco informados, pone en duda la urgencia climática que estuvimos pregonando, de forma muy justificada, en la última década. De esta duda, surgen desencuentros sociales que enfrentan a los defensores de la transición energética dentro del marco de acciones a tomar para salvaguardar el medio ambiente y los que poco confían en la existencia de dicha necesidad.
En consecuencia, varios aspectos sociales y de gobernanza empiezan a debilitarse y las corporaciones que financiaban la responsabilidad social corporativa más por obligación que por deseo proprio empezarán a cuestionar la necesidad de aquello, más aun dada la crisis económica en la que nos vamos adentrando.
Europa se encuentra en una guerra de la cual le costará tremendamente salir victoriosa. No me refiero ya a la guerra de Ucrania. Sino a la guerra social, económica, cultural y política que estamos presenciando. Por un lado, nuestra eterna alianza transatlántica nos empieza a costar más de lo previsto y necesario y nos va a traer consecuencias duras en el futuro no tan lejano. La administración del presidente Biden está apostando por un proteccionismo económico violento mientras que las empresas europeas están empezando a reducir su inversión local y tratar de aprovechar los incentivos ofrecidos por EE.UU. para valorizar sus inversiones lo más posible. Todo esto podría derivar en un alto nivel de desempleo, menos consumo y el bienestar social se verá reducido considerablemente, lo cual afectará al entorno social general. La calidad de la gobernanza se verá reducida y los políticos bajo una presión social mayor aún.
El año de la interdependencia entre geopolítica y sostenibilidad
¿En qué medida tiene todo esto que ver con la geopolítica? Las relaciones internacionales que Europa tenía antes de la guerra con Ucrania se mantenían gracias a las estrategias geopolíticas suficientemente exitosas. Su prolongada paz actuaba como una zona de amortiguamiento entre los dos rivales que mantenían una guerra fría latente. Con la rotura de esta paz continental, cuyas razones no las vamos a analizar en este espacio, Europa perdió esta ventaja geopolítica y con ella los incentivos que recibía de sus aliados y colaboradores para mantener ese equilibrio.
Por lo tanto, se puede argumentar que el creciente riesgo geopolítico ha contribuido a la agudización de los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza. Seguirá influyendo fuertemente la geopolítica en los riesgos ESG. Se puede incluso argumentar que hoy en día son interdependientes.
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